viernes, 8 de mayo de 2009

VISA abUSA

Por cosas de la vida (cosas buenas) tuve que tramitar mi visa para viajar a Miami. Aún me sorprende cómo en los días anteriores a la cita para radicar formularios el tema se vuelve eje central de la vida de uno. Los compromisos laborales, la esposa, los hijos, la casa, pasan a segundo plano por intervalo de 72 horas. “Hay que recoger la mayor cantidad de pruebas que demuestren que no se va a quedar en U.S.A”, es lo que primero le dicen a uno. Pero por alguna razón inexplicable cuando ya terminé de acumular fotocopias de EPS, ARP, Certificado laboral (con salario, tiempo, cargo, días de vacaciones disponibles), carnet de la medicina prepagada, certificados de libertad y tradición, papeles del carro, de la moto, registro civil del hijo (corra a pedirle el favor a Lucho que lo saque en Barranca y que lo mande por Deprisa aeropuerto – aeropuerto), certificado del matrimonio, extractos bancarios, entre otros; me dicen que “eso no lo revisan!”… Como rezaban aquellas historietas de nuestro amigo y filósofo suramericano: PLOP! Y RECONTRARREPLOP!! Luego hay que llenar unos formularios que no sé cuán complicados son para diligenciarlos pero la gente se vuelve bruta llenándolos: se equivocan, preguntan todo, se ponen nerviosos. Afortunadamente mi esposa me los llenó porque sino hubiera pagado primiparada y la piedra no hubiera sido cualquiera.

Bueno, llega el día de radicación de documentos. Es ahí donde me empiezo a dar cuenta quienes somos los colombianos para los estadounidenses, o mejor QUÉ somos. La cita es a las 12:30 del mediodía, pero: CITA? Cuál cita? Si somos aproximadamente 500 borregos haciendo una fila en la calle y todos tienen “cita” a las 12 y 30. Por los parlantes se oye una voz femenina dando instrucciones sobre cómo ingresar y las chorrocientas mil prohibiciones muy al estilo carcelario, pero para mi sorpresa, a mis compañeros de diligencia les parece muy normal, e incluso comienzan a especular y le agregan más arandelas a las prohibiciones: “el lunes no se puede traer chaquetas con bolsillos”, entre otras. Por fin ingreso a territorio americano, pues las embajadas no hacen parte del territorio nacional, y noto algo extraño en la gente: parece que literalmente estuvieran en los Estados Unidos, se transforman, caminan con delicadeza, con cuidado de no llamar la atención, con miedo, con inseguridad y muy despacio, preguntan todo, sienten que los vigilan (aunque sí que lo hacen). Hay de todo: el sobrado, el ricachón, el pobre, la ama de casa, el estudiante, el que quiere parecer estudiante, la prepago, el Oficial de la Reserva de la Fuerza Aérea que va uniformado porque cree que vestirlo le va a ayudar, la familia, el rockero, el famoso, etc. Pero hay un mínimo común multiplicador: entre todos reina un ambiente de humillación, de personas doblegadas, impotentes y resignadas. Esta gestión me tomó 2 horas y media de un día laboral.

El lunes siguiente tuve la entrevista. La “cita” era a las 6:30 am. Tuve que levantarme a las 4:45 am, hacía mucho tiempo no madrugaba tanto; como Teniente de la Reserva tuve que hacerlo por muchos años con alguna regularidad pero lo dejé de hacer por mis nuevas obligaciones en el hogar; y ahora, irónicamente cuando no lo hago para servirle a mi país lo tuve que hacer para poder ir a otro país. Cuando llego me encuentro con algo curioso pero triste: veo a personajes con el mismo vestido, camisa y corbata del viernes, con lo cual concluyo que sólo usan estos trajes para la ocasión, no es justo. Se repite el procedimiento del viernes con respecto a la seguridad.

Por fin es mi turno para hablar con la cónsul. Es confirmado que el grado de atortolamiento es inversamente proporcional a la probabilidad de la aprobación de la visa. Y me dolió ver cómo mis co-solicitantes se volvían un 8 ante la mujer al otro lado de la ventilla. No fue mi caso, pues al ver cómo me hablaba y analizando la manera en que la “diplomática” me devolvía los documentos soportes, no me fue difícil concluir que su grado de cultura era bastante inferior al mío. Por lo tanto el poco respeto que me quedaba y que llevaba dispuesto a demostrarle se transformó en desprecio y lástima por ella. Y cuando estaba en DOMEZA haciendo mi quinta fila en 2 días (que entre otras cosas me gustaría saber cómo adjudican ese contrato, porque el negocio es redondo!) pensaba: si ese era el comportamiento de la Señora conmigo y me aprobó la visa, cómo será su actitud con quienes se la niega?.

Que tristeza saber que hay que pedirle a los Estados Unidos tantos permisos, sentirnos tan humillados y tan poca cosa para ir a gastar nuestros ahorros, nuestra prima en un país en plena recesión económica… por algo las solicitudes de visa se redujeron en un 44% en el último mes.

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